Hoy la soja es el cultivo de mayor importancia a nivel mundial, y sus derivados son la principal fuente de ingresos para la Argentina.

Cuando se inició su siembra, a fines de la década del ’60, se cosechaban 10 mil toneladas: hoy suman más de 38 millones. Sólo en los últimos 10 años su producción aumentó en 270%.

Por eso a simple vista parece razonable cuando nos dicen que la soja trae más desarrollo, trabajo y más riqueza.

Pero:

¿Qué tipo de desarrollo busca este modelo de producción?

La riqueza y el trabajo, ¿para quiénes son?

¿Qué consecuencias tiene para nuestro medio ambiente y nuestra salud?

¿Cuál es el costo que pagamos la gran mayoría de los argentinos con la sojización?

¡NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO!

Eso que nos envenena cada día

- En la campaña 2004 – 2005, la superficie sembrada con soja aumento en un 140%. Mientras el negocio crece, crece también el uso a gran escala de tóxicos agrícolas que envenenan nuestras aguas superficiales y subterráneas, erosionan nuestro suelo y contaminan nuestro aire.
- En una campaña sojera se distribuyen 120 millones de litros de glifosato – sustancia cancerígena que compone, junto a otros tóxicos, los plaguicidas que se utilizan en estos cultivos-. Esto quiere decir que las personas que habitan zonas vecinas a estos campos están expuestas a una cantidad aproximada de 15 litros de agrotóxico cada una.

- Un avión fumigador expande en el aire su veneno un kilómetro a la redonda del campo sembrado. Esto está enfermando y matando gran cantidad de personas, como pasó en el Barrio Ituzangó (Córdoba), Loma Sené (Formosa) y otras localidades del litoral. Cáncer, infecciones respiratorias, nacimientos con malformaciones y abortos espontáneos, son sólo algunas de las consecuencias.